Don Quijote ha confundido con gigantes unos
molinos de viento; acomete contra ellos y sufre las consecuencias de su error
que, sin embargo, se negará siempre a reconocer.
En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay
en aquel campo, y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
—La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos
a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o
pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a
todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es
buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la
faz de la tierra.
—¿Qué gigantes? —dijo Sancho Panza.
—Aquellos que allí ves —respondió su amo—, de los brazos largos,
que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
[…]
En diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora
Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su
rodela, con la lanza en el ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante y
embistió con el primero molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el
aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos,
llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por
el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle, a todo el correr de su asno, y
cuando llegó halló que no se podía menear: tal fue el golpe que dio con él
Rocinante.
Fragmento
Capítulo VIII
Don Quijote de la Mancha
Miguel de Cervantes
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