(Fragmento)
No sé
cuál puede ser la solución -si es necesaria y se la busca- para este otro obstáculo
que enfrenta la comunicación entre los países de Hispanoamérica y de estos con
España. Y no olvidemos, al pasar, la cantidad de dialectos indígenas que
existen y se usan en América. Recuerdo que
durante una campaña electoral de Bolivia, Paz Estenssoro, cuyo nombre vuelve a
difundirse en estos días, tuvo que decir sus discursos en veinte dialectos,
totalmente distintos, hasta el punto de que los hablantes de un mismo país –y que
forman en casi todos los casos la inmensa mayoría- no pueden entenderse entre
ellos.
Pero
también entre los habitantes de estos países hispanoamericanos y de habla
española existen sutiles o groseras diferencias en el sentido de ciertos
vocablos. No es difícil que un rioplatense “meta la pata” con toda inocencia
conversando en México, Venezuela y Colombia. Recuerdo el caso de una señorita,
hija de un embajador, que concurrió a una fiesta en México y ante los elogios
que le hicieron por su vestimenta contestó:
-Oh,
no. La modista estaba con prisa y la pollera (falda) quedó chingada.
Y esta
frase, tan desprovista de malicia en su país, provocó silencio alarmante –para la
chica- de desconcierto y censura.
Otrosí:
recorrí buena parte de México en un pequeño automóvil que manejaba un chico muy
simpático e inteligente. Como era forzoso, luego de varia horas de evolucionar
sobre abismos, a una velocidad mínima de ochenta kilómetros y por carreteras
excavadas en la roca de las montañas que solo permiten el paso simultáneo de
dos vehículos (allí no es de hombre temer a la muerte), la conversación cayó en
el tango. Mi compañero sabía de memoria una gran cantidad de letras de tango y
las cantó con buena voz. Yo tarareaba discreto. Finalmente, él me preguntó:
-Dime,
¿qué quiere decir <<la mina piantó
del bulín>>?
Y yo
le contesté, con voz de suficiencia:
-Muy
fácil: <<La percanta rajó del cotorro>>.
Después
nos aclaramos. Él conocía cientos de tangos, pero le era imposible entender la
mayor parte de las palabras del lunfardo rioplatense. Pero no es probable que
estas incomprensiones turben el desarrollo del congreso que está planteado. Allí
todos hablarán en español, que es nuestra lengua, y si alguno inconscientemente
resbala, las consecuencias se reducirán a alguna sonrisa.
Febrero de 1979
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