¡Bienvenidos!

Aquí encontrarás textos lingüísticos y no lingüísticos, información general, actividades para trabajar en clase.
Este espacio intenta ser una herramienta más para colaborar en esta nueva etapa que comienza. Espero te sea útil.

sábado, 24 de marzo de 2012

Volante

Alumnos 2°3
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Alumnos 2°2
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Alumnos 2°4

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Los trabajos estaban muy bien, algunos con faltas de ortografía. Igualmente se notó mucho trabajo. Felicitaciones.

sábado, 10 de marzo de 2012


LA CIUDAD DE LOS DUELOS Y LOS LUTOS

Montevideo era una ciudad que estaba siempre pronta a condolerse y a llorar, y resultaba frecuente que en una calle animada se recibiera, como un golpe que paralizaba el espíritu, la impresión que daba un lazo de crespón en una puerta.

Era un lazo que iba desde lo alto hasta el suelo para anunciar que se estaba velando a alguno. Y la gente, llena de inquietudes, preguntaba... Entonces, el hombre tétrico que cuidaba la puerta iba informando.

 Y la noticia corría por la calle. Entonces se modificaban todas las actividades del día, se suspendían los recibos, se olvidaban las fiestas y se pasaban las gentes la tarde, la noche y acaso dos tardes y dos noches en velorio...

Un círculo de sillas vacías, junto a las paredes de la sala y de la antesala, era colocado apresuradamente para cuando empezaran a llegar las relaciones, ataviadas de negro, dispuestas a formar la rueda inmóvil y silenciosa. Y eran allí horas de congoja, con los ojos bajos, en una seriedad respetuosa, cortada a veces por algún lloro o por una oración.

Y después; cuando aquellas primeras horas pasaban y la ciudad se iba desentumeciendo, la casa del dolor permanecía como aparte de todo, cerradas las ventanas, entornada la puerta, el piano con llave; todos hablaban en voz baja; los niños no jugaban...

La costumbre exigía que los hombres, igual que las mujeres vistieran de negro, con corbata negra, fumo negro opaco en el sombrero y guardas negras en los pañuelos y en las tarjetas. Pero el verdadero peso del luto lo llevaban las mujeres; el rigor del mismo se ensañaba con ellas y les paralizaba toda actividad. Tenían que ponerse obligatoriamente un manto de pesado merino opaco, caliente en verano y helado en invierno, prendido al cuello por un alfiler negro y una gorra diminuta de crespón con velos que debían llegar hasta el suelo: uno para tapar la cara, otro para cubrir la figura... Y esos velos eran como muros que se alzaban entre la mujer y el mundo y que la hacían salir a la calle como si no anduviera por ella.
J. L. A. de Blixen: Novecientos
pp. 96/7.



La antigua paciencia

1
Probablemente la exactitud llegó a esta tierra con la profusión de los relojes. A principios del siglo XX estos eran un lujo; así, los que no podían reglamentar sus días por las campanadas de la catedral, que ininterrumpidamente daban hasta los cuartos de hora, organizaban a menudo el orden familiar de acuerdo a los tranvías. Por eso solía decirse: “Ya son las once porque acaba de pasar el tren…” La verdad es que esto ocurría porque los tranvías no eran frecuentes.
Todas las circunstancias habían contribuido a incorporar la paciencia en la modalidad general. Porque se sabía que se podía siempre llegar tarde, y además y sobre todo, que era necesario esperar.
A la hora de los regresos, los montevideanos se encontraban, sin proponérselo, a la espera del tren que los llevaría a su casa y la gente se saludaba entonces como de paso, ya que nadie quería perder un tranvía que pasaba tan espaciadamente. Se formaban grupos en las esquinas y los pasos se apresuraban cuando había que tomarlo en la mitad de la cuadra, tras escuchar la corneta alertadora.
Pero era frecuente que ese tranvía que esperábamos – el que traía la luz verde- pasara sin detenerse y que si el cochero llegaba, tocando la corneta que anunciaba la presencia del vehículo, nos sorprendiéramos  desagradablemente al leer en este un letrero blanco con letras negras que decía: <<completo>>. Y pasaba entonces el tren ante los fatigados transeúntes, fustigándose con látigo al cadenero y a los tres caballos que iban al galope. Es que todos los asientos estaban ocupados y también los cuatro puestos de la plataforma posterior, que permitía el reglamento.

-¿Esperamos otro?- nos preguntábamos.
-Esperaremos.

2
(…)
En el invierno, los tranvías, cerrados como cajones, llevaban a los pasajeros de frente los unos a los otros, tal vez comprendiéndose o compadeciéndose, pues iban sentados en dos largos bancos de madera ubicados desde la plataforma delantera hasta la posterior, con las ventanillas atrás, en la nuca, sin poder mirar siquiera hacia fuera. Y era un gran silencio de voces, pero se escuchaba el ruido de las ruedas de hierro sobre los durmientes de las vías y, de cuando en cuando, alguna apagada conversación de negocios o de temas triviales o el lloro de algún niño, para entretener a aquella sociedad unida y sacrificada.

3
(…)
Al llegar la primavera se dejaban los tranvías de invierno y se ponían en circulación los de verano. Estos eran abiertos; el aire que golpeaba la cara y la luz que entraba por los cuatro costados transformaban el sacrificio en goce. Eran un piso y un techo sostenido por varillas y si en verdad saltaban sobre las vías, como los otros, con su mismo ruido infernal de hierros por los caminos, era como si por ellos entrara el campo, como si el trébol naciera entre los bancos. Cuando andaba por la ciudad el tranvía, que iba por el borde de la calzada, parecía que convivía con las veredas llenas de mesas y de copas, tomando parte en la animación de los veranos montevideanos.
Sin embargo, esos tranvías, unos y otros, no eran solo hierros que pasaban. En ellos existía la conciencia de la cordialidad. Los pasajeros podían no hablarse, pero ninguno protestaba nunca, ninguno dejaba de encontrar humano que el tranvía se detuviera y que bajara el guarda a dejar a algún inválido en el zaguán de su casa, ninguno dejaba de aceptar como lógico que el tranvía se detuviera  ante la puerta de cada pasajero, si era preciso. <<A mí me para en esa puerta>>…<<A mí en aquella otra>>. A veces tres o cuatro paradas en una sola cuadra. Recuerdo a una señora conocida mía que se olvidó de su portamonedas y ya en el tren pidió al guarda que esperara, porque lo iba a buscar a su casa. El guarda asintió. Un señor le insinuó que continuara el camino. El guarda le respondió: << ¿Cómo no voy a esperar a la señora, si me lo pide?>> . A veces alguien olvidaba o quería dejar un paquete en un lugar en medio del camino… Ninguno encontraba tampoco mal que, como lo hiciera alguna vez Eduardo Dieste, se pidiera al cochero que apurara, porque se estaba de prisa… y que el cochero diera entonces latigazos a los caballos.

 Josefina Lerena de Blixen: Novecientos



viernes, 2 de marzo de 2012

Producción de Texto

Actividad propuesta en clase para finalizar en casa.



Imagen 1



Imagen 2

Imagen 3






Imágenes tomadas de Internet

jueves, 1 de marzo de 2012



La muerte

La automovilista (negro el vestido, negro el pelo, negros los ojos pero con la cara tan pálida que a pesar del mediodía parecía que en su tez se hubiese detenido un relámpago) la automovilista vio en el camino a una muchacha que hacía señas para que parara. Paró.
-¿Me llevas? Hasta el pueblo no más -dijo la muchacha.
-Sube -dijo la automovilista. Y el auto arrancó a toda velocidad por el camino que bordeaba la montaña.
-Muchas gracias -dijo la muchacha con un gracioso mohín- pero ¿no tienes miedo de levantar por el camino a personas desconocidas? Podrían hacerte daño. ¡Esto está tan desierto!
-No, no tengo miedo.
-¿Y si levantaras a alguien que te atraca?
-No tengo miedo.
-¿Y si te matan?
-No tengo miedo.
-¿No? Permíteme presentarme -dijo entonces la muchacha, que tenía los ojos grandes, límpidos, imaginativos y enseguida, conteniendo la risa, fingió una voz cavernosa-. Soy la Muerte, la M-u-e-r-t-e.
La automovilista sonrió misteriosamente.
En la próxima curva el auto se desbarrancó. La muchacha quedó muerta entre las piedras. La automovilista siguió a pie y al llegar a un cactus desapareció.

Enrique Anderson Imbert
Lori Earley

Ficha de Lectura



Ficha de Lectura

Datos del Lector
Nombre:
Curso: 


Datos del Cuento
Título:
Autor:

Personajes:
Argumento:  --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------