“ Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan…Me prosterno ante ellas…Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito…Amo tanto las palabras…
¡Bienvenidos!
Aquí encontrarás textos lingüísticos y no lingüísticos, información general, actividades para trabajar en clase.
Este espacio intenta ser una herramienta más para colaborar en esta nueva etapa que comienza. Espero te sea útil.
miércoles, 29 de febrero de 2012
Cuento
El retrato oval
El castillo en el cual mi criado se le
había ocurrido penetrar a la fuerza en vez de permitirme, malhadadamente herido
como estaba, pasar una noche al ras, era uno de esos edificios mezcla de
grandeza y de melancolía que durante tanto tiempo levantaron sus altivas
frentes en medio de los Apeninos, tanto en la realidad como en la imaginación
de Mistress Radcliffe. Según toda apariencia, el castillo había sido
recientemente abandonado, aunque temporariamente. Nos instalamos en una de las
habitaciones más pequeñas y menos suntuosamente amuebladas. Estaba situada en
una torre aislada del resto del edificio. Su decorado era rico, pero antiguo y
sumamente deteriorado. Los muros estaban cubiertos de tapicerías y adornados
con numerosos trofeos heráldicos de toda clase, y de ellos pendían un número
verdaderamente prodigioso de pinturas modernas, ricas de estilo, encerradas en
sendos marcos dorados, de gusto arabesco. Me produjeron profundo interés, y
quizá mi incipiente delirio fue la causa, aquellos cuadros colgados no
solamente en las paredes principales, sino también en una porción de rincones
que la arquitectura caprichosa del castillo hacía inevitable; hice a Pedro
cerrar los pesados postigos del salón, pues ya era hora avanzada, encender un
gran candelabro de muchos brazos colocado al lado de mi cabecera, y abrir
completamente las cortinas de negro terciopelo, guarnecidas de festones, que
rodeaban el lecho. Quíselo así para poder, al menos, si no reconciliaba el
sueño, distraerme alternativamente entre la contemplación de estas pinturas y
la lectura de un pequeño volumen que había encontrado sobre la almohada, en que
se criticaban y analizaban.
Leí largo tiempo; contemplé las
pinturas religiosas devotamente; las horas huyeron, rápidas y silenciosas, y
llegó la media noche. La posición del candelabro me molestaba, y extendiendo la
mano con dificultad para no turbar el sueño de mi criado, lo coloqué de modo
que arrojase la luz de lleno sobre el libro.
Pero este movimiento produjo un efecto
completamente inesperado. La luz de sus numerosas bujías dio de pleno en un
nicho del salón que una de las columnas del lecho había hasta entonces cubierto
con una sombra profunda. Vi envuelto en viva luz un cuadro que hasta entonces
no advirtiera. Era el retrato de una joven ya formada, casi mujer. Lo contemplé
rápidamente y cerré los ojos. ¿Por qué? No me lo expliqué al principio; pero,
en tanto que mis ojos permanecieron cerrados, analicé rápidamente el motivo que
me los hacía cerrar. Era un movimiento involuntario para ganar tiempo y
recapacitar, para asegurarme de que mi vista no me había engañado, para calmar
y preparar mi espíritu a una contemplación más fría y más serena. Al cabo de
algunos momentos, miré de nuevo el lienzo fijamente.
No era posible dudar, aun cuando lo
hubiese querido; porque el primer rayo de luz al caer sobre el lienzo, había
desvanecido el estupor delirante de que mis sentidos se hallaban poseídos,
haciéndome volver repentinamente a la realidad de la vida.
El cuadro representaba, como ya he
dicho, a una joven. se trataba sencillamente de un retrato de medio cuerpo,
todo en este estilo que se llama, en lenguaje técnico, estilo de viñeta; había
en él mucho de la manera de pintar de Sully en sus cabezas favoritas. Los
brazos, el seno y las puntas de sus radiantes cabellos, pendíanse en la sombra
vaga, pero profunda, que servía de fondo a la imagen. El marco era oval,
magníficamente dorado, y de un bello estilo morisco. Tal vez no fuese ni la
ejecución de la obra, ni la excepcional belleza de su fisonomía lo que me
impresionó tan repentina y profundamente. No podía creer que mi imaginación, al
salir de su delirio, hubiese tomado la cabeza por la de una persona viva.
Empero, los detalles del dibujo, el estilo de viñeta y el aspecto del marco, no
me permitieron dudar ni un solo instante. Abismado en estas reflexiones,
permanecí una hora entera con los ojos fijos en el retrato. Aquella inexplicable
expresión de realidad y vida que al principio me hiciera estremecer, acabó por
subyugarme. Lleno de terror y respeto, volví el candelabro a su primera
posición, y habiendo así apartado de mi vista la causa de mi profunda
agitación, me apoderé ansiosamente del volumen que contenía la historia y
descripción de los cuadros. Busqué inmediatamente el número correspondiente al
que marcaba el retrato oval, y leí la extraña y singular historia siguiente:
"Era una joven de peregrina
belleza, tan graciosa como amable, que en mal hora amó al pintor y se desposó
con él. Él tenía un carácter apasionado, estudioso y austero, y había puesto en
el arte sus amores; ella, joven, de rarísima belleza, toda luz y sonrisas, con
la alegría de un cervatillo, amándolo todo, no odiando más que el arte, que era
su rival, no temiendo más que la paleta, los pinceles y demás instrumentos
importunos que le arrebataban el amor de su adorado. Terrible impresión causó a
la dama oír al pintor hablar del deseo de retratarla. Mas era humilde y sumisa,
y sentóse pacientemente, durante largas semanas, en la sombría y alta
habitación de la torre, donde la luz se filtraba sobre el pálido lienzo
solamente por el cielo raso. El artista cifraba su gloria en su obra, que
avanzaba de hora en hora, de día en día. Y era un hombre vehemente, extraño,
pensativo y que se perdía en mil ensueños; tanto que no veía que la luz que
penetraba tan lúgubremente en esta torre aislada secaba la salud y los encantos
de su mujer, que se consumía para todos excepto para él. Ella, no obstante,
sonreía más y más, porque veía que el pintor, que disfrutaba de gran fama,
experimentaba un vivo y ardiente placer en su tarea, y trabajaba noche y día
para trasladar al lienzo la imagen de la que tanto amaba, la cual de día en día
tornábase más débil y desanimada. Y, en verdad, los que contemplaban el
retrato, comentaban en voz baja su semejanza maravillosa, prueba palpable del
genio del pintor, y del profundo amor que su modelo le inspiraba. Pero, al fin,
cuando el trabajo tocaba a su término, no se permitió a nadie entrar en la
torre; porque el pintor había llegado a enloquecer por el ardor con que tomaba
su trabajo, y levantaba los ojos rara vez del lienzo, ni aun para mirar el
rostro de su esposa. Y no podía ver que los colores que extendía sobre el
lienzo borrábanse de las mejillas de la que tenía sentada a su lado. Y cuando
muchas semanas hubieron transcurrido, y no restaba por hacer más que una cosa
muy pequeña, sólo dar un toque sobre la boca y otro sobre los ojos, el alma de la
dama palpitó aún, como la llama de una lámpara que está próxima a extinguirse.
Y entonces el pintor dio los toques, y durante un instante quedó en éxtasis
ante el trabajo que había ejecutado. Pero un minuto después, estremeciéndose,
palideció intensamente herido por el terror, y gritó con voz terrible:
"¡En verdad, esta es la vida misma!" Se volvió bruscamente para mirar
a su bien amada: ¡Estaba muerta!"
Edgar Allan Poe
martes, 28 de febrero de 2012
Diferencias generacionales
En
un almuerzo en honor de Benavente, que se prolongó demasiado, al punto de que
se agotaron todos los temas hábiles, se empezó a hablar de edades.
-Usted,
Favaro –dice el Dr. Víctor Pérez Petit-, debe ser contemporáneo mío.
-¡Está
usted loco!
-Sin
embargo, yo recuerdo bien que andábamos juntos.
-Es
que olvida usted, doctor, que yo fui siempre muy precoz.
-Bueno.
De todas maneras existirá, cuando mucho, una diferencia de dos o tres años.
-Sigue
usted equivocado. Fíjese doctor, que cuando yo era todavía botija y cometía
alguna travesura, mis hermanas me decían siempre que me iban a llevar a ver una
obra de Pérez Petit. ¡Y si viera, doctor, cómo lloraba!
José Pedro Blixen
Gente de Teatro
Datos
Víctor
Pérez Petit
(Montevideo, 1871-1947) Poeta, narrador, ensayista y
dramaturgo uruguayo, uno de los mejores exponentes de la corriente naturalista
uruguaya. Ocupó desde la década de los años ochenta un puesto preeminente en el
panorama cultural de su país.
Ulises Favaro
(Montevideo, 1885-1924) Director, crítico y periodista teatral.
Insomnio
II
A través del turbio
cristal del recuerdo
van mis años mozos
pasando muy lentos.
Y dispués que gozo
si a vivirlos guelvo,
pensando en los de ahura
no sé lo que siento…
Noviyos sin guampas,
yeguas sin cencerro,
potros que se doman
a juerza e cabresto;
bretes que mataron
los lujos camperos,
gauchos que no saben
de vincha y culero,
patrones que en auto
van a los rodeos…
……………………………….
¡Pucha que son largas
las noches de invierno!
José Alonso y Trelles
"El viejo Pancho"
PoesíasBanda Oriental
Juan Manuel Blanes "El Chiripá colorado" |
viernes, 24 de febrero de 2012
Reflexiones de un congresista
(Fragmento)
No sé
cuál puede ser la solución -si es necesaria y se la busca- para este otro obstáculo
que enfrenta la comunicación entre los países de Hispanoamérica y de estos con
España. Y no olvidemos, al pasar, la cantidad de dialectos indígenas que
existen y se usan en América. Recuerdo que
durante una campaña electoral de Bolivia, Paz Estenssoro, cuyo nombre vuelve a
difundirse en estos días, tuvo que decir sus discursos en veinte dialectos,
totalmente distintos, hasta el punto de que los hablantes de un mismo país –y que
forman en casi todos los casos la inmensa mayoría- no pueden entenderse entre
ellos.
Pero
también entre los habitantes de estos países hispanoamericanos y de habla
española existen sutiles o groseras diferencias en el sentido de ciertos
vocablos. No es difícil que un rioplatense “meta la pata” con toda inocencia
conversando en México, Venezuela y Colombia. Recuerdo el caso de una señorita,
hija de un embajador, que concurrió a una fiesta en México y ante los elogios
que le hicieron por su vestimenta contestó:
-Oh,
no. La modista estaba con prisa y la pollera (falda) quedó chingada.
Y esta
frase, tan desprovista de malicia en su país, provocó silencio alarmante –para la
chica- de desconcierto y censura.
Otrosí:
recorrí buena parte de México en un pequeño automóvil que manejaba un chico muy
simpático e inteligente. Como era forzoso, luego de varia horas de evolucionar
sobre abismos, a una velocidad mínima de ochenta kilómetros y por carreteras
excavadas en la roca de las montañas que solo permiten el paso simultáneo de
dos vehículos (allí no es de hombre temer a la muerte), la conversación cayó en
el tango. Mi compañero sabía de memoria una gran cantidad de letras de tango y
las cantó con buena voz. Yo tarareaba discreto. Finalmente, él me preguntó:
-Dime,
¿qué quiere decir <<la mina piantó
del bulín>>?
Y yo
le contesté, con voz de suficiencia:
-Muy
fácil: <<La percanta rajó del cotorro>>.
Después
nos aclaramos. Él conocía cientos de tangos, pero le era imposible entender la
mayor parte de las palabras del lunfardo rioplatense. Pero no es probable que
estas incomprensiones turben el desarrollo del congreso que está planteado. Allí
todos hablarán en español, que es nuestra lengua, y si alguno inconscientemente
resbala, las consecuencias se reducirán a alguna sonrisa.
Febrero de 1979
Juan Carlos Onetti
Novelista uruguayo, galardonado con el Premio Nacional de Literatura en 1963 y el Premio Cervantes en 1980. Además de escribir narrativa, ha contribuido con numerosas e interesantes obras a la crítica literaria. Onetti comenzó a escribir relativamente tarde y, después de publicar su primera novela, El pozo (1939), "cifra de toda su obra posterior", acudió a la Universidad en Buenos Aires y desempeñó gran cantidad de trabajos diferentes.
Trabajó como periodista para la agencia Reuter y para otras organizaciones en Buenos Aires, y como director de las bibliotecas municipales de Montevideo. Cuando se instauró la dictadura militar en 1973 fue encarcelado. Este hecho transformó su vida, y a la salida de la cárcel se exilió en España, donde vivió hasta su muerte en 1994.
Algunas de sus obras son: La vida breve (1950), El astillero (1960), Juntacadáveres (1964).
Usted
Usted
(De vusted).
1. pron. person. Forma de 2.ª persona usada por tú como tratamiento de cortesía, respeto o distanciamiento.
"Usted" es un tratamiento cortesano y respetuoso, "... y el más usado y corriente de la sociedad moderna" dice Pujol de Planes. Originariamente se utilizó como forma sincopada de "Vuestra Merced". Su uso llegó a estar regulado normativamente.
Don
DON:
1. m. Tratamiento de respeto, hoy muy generalizado, que se antepone a los nombres masculinos de pila. Antiguamente estaba reservado a determinadas personas de elevado rango social.
Don era un título puramente personal, y por ello en las cartas reales, que confirmaban los más grandes señores españoles, aparece firmado con tal dignidad por algunos y otros sin ella. Fue muy considerado en el siglo XV el título de "Don". Muchas personalidades de distinguida representación y elevada jerarquía, carecían del título de "Don", que en un principio, solamente, se confería en propiedad por los reyes a los duques, condes o marqueses. La gracia real para poder usar ese tratamiento era un dictado de honor.
Sin embargo, en el siglo XVII comienza a generalizarse su uso. Es en el siglo XIX en el cual se vuelve todavía más frecuente, ya que se comienza a utilizar en determinados documentos judiciales.
Acerca del Quijote
Una novela para el siglo XXI
"Antes que nada, Don Quijote de la Mancha, la inmortal novela de Cervantes, es una imagen: la de un hidalgo cincuentón, embutido en una armadura anacrónica y tan esquelético como su caballo, que, acompañado por un campesino basto y gordinflón montado en un asno, que hace las veces de escudero, recorre las llanuras de la Mancha, heladas en invierno y candentes en verano, en busca de aventuras. Lo anima un designio enloquecido: resucitar el tiempo eclipsado siglos atrás (y que, por lo demás, nunca existió) de los caballeros andantes, que recorrían el mundo socorriendo a los débiles, desfaciendo entuertos y haciendo reinar una justicia para los seres del común que de otro modo éstos jamás alcanzarían, del que se ha impregnado leyendo las novelas de caballerías, a las que él atribuye la veracidad de escrupulosos libros de historia. Este ideal es imposible de alcanzar porque todo en la realidad en la que vive el Quijote lo desmiente: ya no hay caballeros andantes, ya nadie profesa las ideas ni respeta los valores que movían a aquéllos, ni la guerra es ya un asunto de desafíos individuales en los que, ceñidos a un puntilloso ritual, dos caballeros dirimen fuerzas..."
Mario Vargas Llosa
Una novela para el siglo XXI (Fragmento)
Miguel de Cervantes
Dramaturgo, poeta y novelista español, autor de la novela El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, considerada como la primera novela moderna de la literatura universal. Miguel de Cervantes Saavedra tuvo una vida azarosa de la que poco se sabe con seguridad. Nació en Alcalá de Henares (Madrid), probablemente el 29 de septiembre de 1547. Pasó su adolescencia en varias ciudades españolas (Madrid, Sevilla). Recorrió Italia, se enroló en la Armada española y en 1571 participó con heroísmo en la batalla de Lepanto, donde comienza el declive del poderío turco en el Mediterráneo. Allí Cervantes resultó herido y perdió el movimiento del brazo izquierdo, por lo que fue llamado el Manco de Lepanto. En 1575, cuando regresaba a España, los corsarios le apresaron y llevaron a Argel, donde sufrió cinco años de cautiverio (1575-1580). Liberado por los frailes trinitarios, a su regreso a Madrid encontró a su familia en la ruina.
En 1605 publica la primera parte del Quijote. El éxito dura poco. De nuevo es encarcelado a causa de la muerte de un hombre delante de su casa. En 1606 regresa con la Corte a Madrid. Vive con apuros económicos y se entrega a la creación literaria. En sus últimos años publica las Novelas ejemplares (1613), el Viaje del Parnaso (1614), Ocho comedias y ocho entremeses (1615) y lasegunda parte del Quijote (1615). El triunfo literario no lo libró de sus penurias económicas. Dedicó sus últimos meses de vida a Los trabajos de Persiles y Segismunda (de publicación póstuma, en 1617). Murió en Madrid el 22 de abril de 1616 y fue enterrado al día siguiente.
Cervantes centró sus primeros afanes literarios en la poesía y el teatro, géneros que nunca abandonaría. Su obra poética abarca sonetos, canciones, églogas, romances, letrillas y otros poemas menores dispersos o incluidos en sus comedias y en sus novelas. También escribió dos poemas mayores: Canto de Calíope (incluido en La Galatea) y Viaje del Parnaso (1614). Aunque en otras ocasiones se enorgullece de sus versos, en su tiempo no logró ser aceptado como poeta.
Don Quijote de la Mancha
Don Quijote ha confundido con gigantes unos
molinos de viento; acomete contra ellos y sufre las consecuencias de su error
que, sin embargo, se negará siempre a reconocer.
En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay
en aquel campo, y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
—La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos
a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o
pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a
todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es
buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la
faz de la tierra.
—¿Qué gigantes? —dijo Sancho Panza.
—Aquellos que allí ves —respondió su amo—, de los brazos largos,
que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
[…]
En diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora
Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su
rodela, con la lanza en el ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante y
embistió con el primero molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el
aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos,
llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por
el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle, a todo el correr de su asno, y
cuando llegó halló que no se podía menear: tal fue el golpe que dio con él
Rocinante.
Fragmento
Capítulo VIII
Don Quijote de la Mancha
Miguel de Cervantes
Luis Sepúlveda
Narrador chileno, es uno de los escritores en lengua española más leídos y traducidos de Europa.Nacido en Ovalle, participó en el movimiento estudiantil de su país; fue apresado y, más tarde, durante el régimen militar, tuvo que exiliarse. Ha cultivado diversos perfiles de la narrativa, como el relato ecologista, el cuento infantil, la novela de intriga, la novela policíaca, la novela negra y la crónica de viajes. Entre sus títulos figuran: Un viejo que leía novelas de amor (1992), obra que transcurre en la selva ecuatoriana, en el mundo de los indios shuar o jíbaros, y que ha recibido el premio Tigre Juan y otras distinciones internacionales, además de haber sido traducida a catorce idiomas.
Un viejo que leía novelas de amor.
Antonio José Bolívar Proaño sabía leer, pero no escribir.
A lo sumo, conseguía garrapatear su nombre cuando debía firmar algún papel oficial, por ejemplo en época de elecciones, pero como tales sucesos ocurrían muy esporádicamente casi lo había olvidado.
Leía lentamente, juntando las sílabas, murmurándolas a media voz como si las paladeara, y al tener dominada la palabra entera la repetía de un viaje. Luego hacía lo mismo con la frase completa, y de esa manera se apropiaba de los sentimientos e ideas plasmados en las páginas.
Cuando un pasaje le agradaba especialmente lo repetía muchas veces, todas las que estimara necesarias para descubrir cuán hermoso podía ser también el lenguaje humano.
A lo sumo, conseguía garrapatear su nombre cuando debía firmar algún papel oficial, por ejemplo en época de elecciones, pero como tales sucesos ocurrían muy esporádicamente casi lo había olvidado.
Leía lentamente, juntando las sílabas, murmurándolas a media voz como si las paladeara, y al tener dominada la palabra entera la repetía de un viaje. Luego hacía lo mismo con la frase completa, y de esa manera se apropiaba de los sentimientos e ideas plasmados en las páginas.
Cuando un pasaje le agradaba especialmente lo repetía muchas veces, todas las que estimara necesarias para descubrir cuán hermoso podía ser también el lenguaje humano.
Luis Sepúlveda
"Un viejo que leía novelas de amor" (Fragmento)
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